Mis cuadernos siempre fueron escritos por todo tipo de letras (dependiendo del humor con el que estaba al momento de escribir), lo que hacía que se vieran desordenados. Ya cuando estuve en la universidad y no había ninguna presión por tener un cuaderno más o menos ordenado deje que mi forma de razonamiento se plasme en las hojas. Si alguien entiende mis cuadernos realmente es un capo, no por mi letra fea, sino por que escribo sin orden y muchas veces ni yo me entiendo.
Resulta que tengo mala memoria y si no apunto nombres o números o lo que sea que se supone debo recordar luego lo olvido y no hay forma que pueda recordarlo, o lo que es peor, modifico los datos. Creo que por eso soy amante de los papelitos y suelo escribir todo tipo de cosas en ellos: desde lo que tengo que hacer hasta operaciones matemáticas simples que no puedo hacer mentalmente porque no confío en mis cálculos mentales sin la guía de los número escritos, pasando por números de teléfono, nombres, reuniones, pensamientos, páginas web, horarios (si!, yo hago mis horarios a mano, escribiendo en papel), textos del blog y hasta pruebas de lapiceros y plumones (y no boto esos papeles).
Gracias a mi memoria frágil me he visto obligada a tener agendas desde hace algunos años y me he acostumbrado muy bien a usarlas. En ellas escribo de todo, realmente de todo, y para no olvidarme de ciertas cosas importantes utilizo diferentes colores de lapicero, resaltadores, post-its y papelitos pegados con cinta scotch o stickers en las hojas. Mis agendas parecen un arcoíris desordenado escrito con mala letra y millones de colores en las hojas. Afortunadamente puedo entenderme y mientras recuerde para que escribí cada cosa, está bien.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario